La semana pasada te propuse cambiar tu perspectiva y plantearte el hablar en público como un acto de honestidad. No es sencillo, lo sé. No estamos acostumbrados a permitirnos ser nosotros mismos y el miedo al rechazo es algo muy potente, pero se puede.
Para la mayoría de nosotros este cambio de perspectiva requiere entrenamiento y un poco de ayuda externa porque nuestra mente tiene el sistema autocrítica-proyección-miedo completamente automatizado.
Tus hábitos están muy afianzados
Llevamos toda la vida pensando que deberíamos ser mejores, reprochándonos no estar donde deberíamos o no parecernos más a ese modelo que admiramos. Eso nos ha llevado a concluir que, tal y como somos, no somos suficiente, sino imperfectos y defectuosos.
A esto se suma la paradoja de que necesitamos sentirnos aceptados, queridos e incluidos, pero dada nuestra mejorable opinión de nosotros mismos, la tarea resulta francamente complicada.
¿Cómo lo hacemos, entonces? Desarrollamos consciente e inconscientemente ciertos personajes o máscaras que "nos ponemos" según la situación y que nos ayudan a ocultar esos supuestos defectos y carencias para conseguir así mayor aceptación.
En semejantes condiciones la palestra es una prueba de fuego. Cuando tenemos que hablar en público salimos de nuestra zona de confort y sostener esos falsos personajes nos resulta mucho más complicado. Surge, entonces, el temor a que se nos vea el plumero y trasluzcan esas carencias que intentamos por todos los medios ocultar.
Si es que, en el fondo, sabemos que la mentira tiene las patas muy cortas… ¿o no? 😉
¿Cómo sentirte a gusto en tu propia piel?
Dejar de pretender ser quien no somos (tanto ante los demás como ante nosotros mismos) nos traerá de vuelta la paz y abrirá la puerta al disfrute. Conocernos de verdad, comprendernos, aceptarnos, darnos todo el amor que merecemos y -finalmente- perdonarnos por nuestros errores pasados y aprender que estos no constituyen por sí mismos ninguna condena para el futuro.
Somos seres profundamente creativos, espontáneos y seductores. Todos, sin excepción, guardamos en nuestro interior valiosos talentos -a veces desconocidos, otras, reservados para la intimidad o el petit comité-. Cuando nos relajarnos somos capaces de desplegar nuestras alas y fluir con el momento.
Pero no es fácil, al final llevamos toda una vida convencidos de que nos conviene proyectar esa imagen y arrastrando nuestras equivocaciones como pesadas losas; pero hay otra forma de vivir mucho más funcional, consciente y sana y, con un poco de trabajo y guía, se puede conseguir, ¿te animas?
Despacito y buena letra
Exigirte un cambio radical de la noche a la mañana vuelve a ser maltratarte, demandarte lo que no puedes dar. Volverías a caer en la trampa de esa imagen idealizada de ti que nunca alcanzarás y que trae consigo frustración y desencanto.
¡Ah! Y, por favor, no caigas en la maldición del todo o nada. Esa que nos lleva a creer que si no alcanzamos el 100% de algo lo conseguido no sirve para nada. Eso es solo una engañifa más de nuestra mente.
Lo cambios verdaderamente transformadores llevan su tiempo, necesitan su maduración, requieren un proceso que es tan bello como valioso en sí mismo.
Yo te animo encarecidamente a que inicies un proceso de auto descubrimiento, a que entrenes tu mente para aprender a aceptar y a vivir en presente. A mí -y a decenas de miles de personas- eso nos ha cambiado la vida para mucho mejor.
Pero mientras llega tu momento de iniciar ese increíble viaje, me gustaría compartir contigo unas cuantas claves que a mí me son de gran ayuda a la hora de enfrentarme a una audiencia -da igual el tamaño-:
1. Respira y siente tu cuerpo
Recalar en el presente pasa por conectar con nuestra respiración y nuestro cuerpo, y algo tan sencillo -y a la vez tan inusual- como eso nos relaja y nos permite ofrecer lo mejor de nosotros mismos y disfrutar.
Si lo piensas, los miedos se alimentan del futuro y, por tanto, campan a sus anchas cuando dejamos que nuestra mente se pasee por el después o el mañana. Entrenar tu mente en volver al puro presente es la mejor manera de no convocar miedos innecesarios; en el presente no suele haber nada que temer.
Deja el futuro para después, aprende a estar aquí y ahora
Antes de empezar haz unas cuantas respiraciones conscientes por la nariz alargando la espiración y observando las sensaciones físicas que surgen; te ayudará a sentir tu cuerpo y a salir del círculo de pensamientos negativos. Respira conscientemente también durante la intervención, te permitirá serenarte.
Durante la charla, intenta en algún momento sentir el suelo en tus pies, los folios o el mando de pasar las diapositivas. Ser consciente del cuerpo mientras hablas te trae al aquí y al ahora.
2. Ponte metas razonables
Una de las máximas de mi vida la aprendí en un centro americano de estimulación infantil temprana: su método para trabajar la autoestima de los niños nos aconsejaba a los profes set them for success not for failure que yo traduzco como facilita el éxito, no el fracaso.
La seguridad y auto confianza resultado de experimentar el éxito aporta al niño el coraje necesario para enfrentarse a nuevos retos. Y al adulto, exactamente igual.
Por salud mental yo intento aplicarme SIEMPRE ese principio: me pongo metas realizables que me ayuden a conseguir mis objetivos, no me maltrato con imposibles que me conduzcan innecesariamente a la frustración.
Trátate bien, proponte lo que puedes conseguir, y disfruta del proceso. Si no te sientes cómodo hablando en público no pretendas hacer una charla inolvidable que deje boquiabiertos a los oyentes, proponte transmitir el mensaje con claridad.
3. Ten claro lo que has venido a hacer.
No vienes a gustarle a nadie, vienes a transmitir algo que merece la pena ser oído y comprendido. Ten presente que lo realmente importante es el mensaje y que tú solo eres el vehículo de transmisión.
4. Acoge tu humanidad
¡Claro que te pones nerviosa al hablar en público! Es lo normal y NO PASA NADA. No hay nada de malo ni de vergonzoso en los nervios, es una reacción natural de tu cuerpo que tú no eliges, y está ahí por algo, acógela con cariño. Recuerda que frente a una emoción difícil o aceptas o te resistes, no hay medias tintas, y la primera es mucha mejor estrategia.
Ante los nervios solo hay dos opciones: aceptación o resistencia
Ante un momento de ansiedad hay varias cosas que puedes hacer, pero todas pueden encuadrarse dentro de estas dos actitudes: aceptar o resistirte.
¿Qué es resistirse?
Resistirse es negarse a que las cosas sean como son porque no se ajustan a mis preferencias o necesidades e intentar por todos los medios que sean distintas. Resistirse implica lucha, una lucha que es inútil -pues me resisto contra lo que ya es- y genera mucho sufrimiento.
¿Qué es aceptar?
Contrariamente a lo que se piensa, aceptar no es algo mental, es algo absolutamente físico. Si solo aceptas con la mente, en realidad piensas en aceptar, pero no aceptas. Es tu cuerpo el que realmente se rinde al momento presente tal y como es y se relaja. La aceptación implica distensión.
Es curioso, pero en cuanto aceptas una emoción difícil esta se vuelve mucho menos incómoda….
5. Se breve, concreto y relevante
Prepárate bien la exposición de antemano, piensa en por qué es importante lo que vas a contar, qué es lo más relevante y en qué orden deberías exponerlo para facilitar su comprensión. Vete al grano, pero no te pases con la concisión, facilita la información que sea necesaria para que el mensaje se comprenda.
6. Pon algo de ti
¿Cómo te gustaría a ti que te explicaran lo que vas a contar? ¿Se te ocurre algún ejemplo para que lo que expliques pueda comprenderse mejor? Piensa en ellos y hazlo a tu manera.
7. Haz sitio al humor
No te tomes tan en serio. Permítete ver el lado encantadoramente ridículo de tus desvelos, y abraza con humor tus tropiezos y errores. El humor te libera y te une mucho más de lo que crees a tu audiencia. Al final, como decía Donnellan, ¿qué cantidad de maldad asolará la tierra si haces una presentación mediocre?
8. No te eches el mundo a la espalda
Por muy importante que creas que es esa exposición, tu poder es bastante limitado y el resultado en absoluto está bajo tu control. Otras muchas cosas entran en juego: el estado emocional de los interlocutores, sus necesidades, sus creencias e inseguridades, qué día hayan tenido… etc.
Tu deber es transmitir el mensaje con la mayor justicia posible jugando con las cartas que tienes. Las cosas, al final, serán como tengan que ser. No te eches el mundo a la espalda.
9. Felicítate
Los errores no son fracasos sino oportunidades para mejorar, así que tenlos en cuenta, pero nunca dejes de valorar lo conseguido, tus éxitos, por pequeños que creas que son. Recuerda que hay muchos estudios científicos que han demostrado la eficacia de tratarse de bien y de valorar los logros frente a lo poco productivo que resulta poner el foco solo en lo mejorable.
Obsesionamos con el resultado nos impide percibir la maravilla del camino que nos lleva a él. Desde aquí quiero hacer un elogio al poco a poco, al proceso. Imponernos ritmos antinaturales e imposibles es solo un síntoma más de la inconsciencia cotidiana en la que vivimos. Así que no desesperes por no haber llegado todavía, disfruta del camino, respeta tu ritmo y deléitate viéndote crecer.
Un abrazo,
Olaya
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