No lo creerás, pero mientras escribo estoy sobrevolando Australia, camino de Nueva Zelanda. Sí, ¡como lo lees! Y desde que puse el pie en este avión hace ya unas 9 horas, no he dejado de pensar cuánto he evolucionado yo, mi relación con mis miedos y muchas cosas en mi vida gracias a mindfulness... Te lo explico:
Hace muchos años, tendría yo unos 7, los Reyes Magos me trajeron una bola del mundo. En aquel momento yo ya “sabía” que la Tierra era redonda, pero creo que era la primera vez que la veía redonda realmente. En la mesa de la cocina, mi padre me estaba ayudando a comprender ese nuevo “juguete” inesperado que, a simple vista, ofrecía pocas posibilidades de entretenerme y que los Reyes habían tenido a bien traer.
Tras confirmar mis peores sospechas: que aquello no servía para jugar, pregunté con resignación “¿Y para que sirve esto entonces?” “Para descubrir el mundo”, me contestó mi padre… Y confieso que su respuesta captó mi interés.
Lo primero que mi padre me propuso fue averiguar dónde estábamos: localizarnos. Recuerdo sentirme ciertamente desencantada al descubrir el diminuto tamaño de España en comparación con otros países y comprobar que, para colmo, estaba "torcida" y no como la mostraban en El Tiempo. Un momento después, se me ocurrió preguntar qué lugar del mundo estaba más lejos de nosotros… Con sonrisa pícara por haber conseguido despertar mi curiosidad, mi padre dio la vuelta al globo y señaló Nueva Zelanda… Mientras yo ladeaba la cabeza para observar mejor esas islas que estaban tan lejos y tan abajo, mi mente bullía con fantasías sobre ese lugar tan lejano...
Desde entonces, Nueva Zelanda siempre ha rondado mi cabeza... en varios momentos de mi vida me ha vuelto la idea de ir ahí, no sé porqué.., y tantas otras veces la he descartado por mil motivos (económicos, de planificación, miedo a volar, no es el momento, es solo un capricho...). Pues bien, 26 años después estoy a punto de descubrirla y quiero compartirlo contigo.
Una increíble serie de factores han tenido que converger para que yo pueda estar aquí hoy y, sin duda, quizás uno de los más decisivos sea mi práctica de mindfulness. Sin ella, seguramente no me habría sido posible meterme 17 horas seguidas en un avión (sí, ¡eso es lo que dura el vuelo Doha-Auckland! y todavía recuerdo el suplicio que fue para mí un vuelo Menorca-Madrid de a penas una hora en el que pensé que me iba a dar un ataque al corazón y me juré que nunca jamás volvería a volar y menos sin pastillas).
Sin mi práctica, seguramente tampoco habría tenido la claridad mental suficiente para darme cuenta de que este es el momento de hacer este viaje, ni mis creencias limitantes sobre el deber y el merecer me hubieran permitido ausentarme de “mi oficina” durante veintipico días en pleno año laboral un año después de fundar Menteencalma.
Pero es que resulta que este es el momento adecuado, que estos factores seguramente no vuelvan a converger, que con planificación y organización un negocio online permite esta libertad y que la vida está para vivirla, agradecerla y disfrutarla con consciencia. Me he pasado muchos años haciendo lo que se supone que tengo que hacer para lograr sentirme merecedora de lo que creía que deseaba. Afortunadamente, me he dado cuenta de que las cosas no funcionan así y desde este "otro lugar" desde el que veo y vivo mi vida ahora, hoy me voy a Nueva Zelanda...
Con esto no quiero decir que tú también tengas que ir de viaje, jeje, no... Lo que quiero es llamar tu atención sobre esta "tendencia" que tenemos a posponer de forma automática lo que deseamos con mil excusas porque "ya habrá un momento mejor" o porque "cómo voy a meterme en eso con cómo están las cosas"... y así la vida pasa y ese momento ideal nunca llega.... Las circunstancias son las que son y siempre podrían ser mejores, pero te pregunto, ¿en qué medida son las circunstancias las que nos limitan o son los miedos?
Mindfulness nos enseña muchas cosas, quizás la más importante es que la vida, en realidad, solo sucede ahora: en este preciso momento, el resto es humo. Y si bien conviene planificar y programar, ¡claro!, la costumbre de entregar nuestras necesidades y deseos a un supuesto futuro ideal que no sabemos si va a llegar, no parece la mejor de las estrategias pues nos convierte en espectadores de nuestra vida, en lugar de en los protagonistas.
Mindfulness me ha llevado al compromiso conmigo misma de abrazar mis miedos en lugar de vivir a su dictado. Y eso es lo que intento cada día... y a cada instante (ahora mismo, de hecho, con cada turbulencia...)
Y resulta que eso lo cambia todo... por eso te animo encarecidamente a probarlo.
Un fuerte abrazo desde el Hemisferio Sur,
Olaya
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